Hace ya más de 30 años que Marisa juega al mismo número de lotería. Es una tradición muy arraigada en su entorno y también una disculpa para mantener el contacto con sus familiares. Siempre tiene un décimo para casa y otro para compartir. Le encanta enviar participaciones y aprovecha el sobre para escribir unas líneas a sus parientes y amigos. Sabe que la probabilidad de premio es muy pequeña y es consciente de que el juego no le va a solucionar la vida.